Durante mucho tiempo, ir al psicólogo se ha visto como un tabú. Algo reservado para “quienes no pueden con su vida” o que tienen un problema muy grave. Pero no tiene por qué ser así.
Ir al psicólogo es también una forma de cuidarse. De mirarse con más compasión. De aprender herramientas que te ayuden a entender qué te pasa y por qué te pasa. Es un espacio seguro en el que puedes ser tú, sin juicio, sin prisas, sin tener que estar bien para los demás.
La primera vez puede dar miedo. Puedes pensar: “¿Y si no sé qué decir?”, “¿Y si me juzga?”, “¿Y si lloro?”
Pero lo que suele pasar es que, al salir, sientes un pequeño alivio. Como si te hubieras quitado una mochila de encima. Porque a veces solo necesitas que alguien te escuche sin intentar arreglarte.
Ir al psicólogo no te hace débil. Te hace valiente.
Valiente por atreverte a mirar hacia dentro, por no seguir fingiendo que todo va bien cuando no lo está. Por darte una oportunidad.
Cuidar tu salud mental también es cuidarte. Y no necesitas tocar fondo para empezar a hacerlo.
¡No te lo pienses dos veces!
Hazme caso, confía, todo irá mejor.